Por Javier Rodriguez Roque
La Habana, 11 mar (PL) Con mucha rapidez y diligencia, el Parlamento Europeo corrió a unirse a la enorme campaña mediática contra Cuba promovida desde Washington y las capitales más representativas de la alta burguesía europea.
Había que condenar urgentemente a la Isla aunque ello significara hacer suya, una vez más, la entente con quienes comercializan y promueven la muerte de un ser humano en beneficio de sus posiciones políticas, como sucedió en el caso del preso común Orlando Zapata, sacrificado para poder enarbolar un martirio inexistente.
Fueron tan estrictas las instrucciones que apenas un puñado de parlamentarios, representativos del sentimiento real de sus pueblos, se opusieron a una resolución deformadora de la realidad y contentiva de un profundo cinismo, como la calificara el Parlamento cubano.
Hasta algunos que, pudorosamente, parecían sonrojarse ante la posibilidad de tener que firmarla, cedieron a última hora y estamparon su rúbrica en el documento de la infamia, tal fue la presión y sus objetivos políticos en juego.
Para ello, se ignoró a sabiendas la verdadera historia de la actual arremetida contra un gobierno con un expediente extraordinario en salvar vidas, no sólo garantizando la salud y el cuidado de los ciudadanos de su país, sino enviando a decenas de miles de sus profesionales a los rincones más recónditos del planeta, algo reconocido por organismos internacionales como la OPS y la OMS.
Los europeos que votaron en ese Parlamento de la Burguesía contra Cuba no sólo conocen esto, sino también la actitud humanitaria adoptada por las autoridades de la nación antillana en los casos de quienes determinaron usar la huelga de hambre como arma de presión y chantaje nunca aceptados por el pueblo cubano.
Pero, además, cargan sobre sus espaldas, pecados mucho más graves porque son cómplices de numerosas muertes, torturas y violaciones de los derechos humanos cometidas por quienes los mandan y nunca evitadas con una digna posición por parte de esos diputados europeos.
Un número aún desconocido de personas perdió sus vidas gracias al silencio de gobiernos y diputados ante los vuelos secretos que la CIA y otros organismos de inteligencia norteamericanos y europeos llevaron a cabo con escalas prácticamente públicas en distintas ciudades para trasladar a personas secuestradas, como publicaron medios de prensa de Estados Unidos y del Viejo Continente.
El mundo se horrorizó con las fotos y filmaciones hechas en los campos de concentración modernos Abu Ghraib, Bagram y Guantánamo donde se torturó, humilló y hasta asesino a verdaderos prisioneros políticos apresados en violación de las Constituciones y Convenciones de Derechos Humanos. Pero el Parlamento Europeo no intervino para evitarlo.
En la propia Guantánamo, territorio cubano ocupado ilegalmente por Estados Unidos, existe todavía una prisión terrible encargada de esos mismos menesteres y la cual un vacilante Presidente de Estados Unidos ni siquiera ha podido cerrar como prometió al mundo entero. Pero el Parlamento Europeo nada hace para resolverlo.
Los responsables directos de ordenar esas crueles torturas y muertes están plenamente identificados al igual que quienes autorizaron en cada nación europea los "Vuelos de la Muerte", pero por disposición de los gobiernos implicados no han sido castigados. El Parlamento Europeo nada hace para lograr una justa sanción en esos casos.
La Unión Europea, en su triste papel de apenas una seguidora de la política exterior norteamericana, recrudeció la injerencia en los asuntos internos de Cuba y como un apoyo al bloqueo de medio siglo establecido por Estados Unidos, decretó la llamada Posición Común para sumarse al chantaje.
Pero el Parlamento Europeo la apoya y se niega a aceptar el diálogo sin condiciones con la Isla.
Todas esas realidades demuestran la falta de moral de esa entidad, nada representativa de pueblos que rechazan tal fariseísmo y reconocen en el Estado caribeño a una verdadera víctima de todo tipo de agresiones sólo por decidir su propio sistema de gobierno a lo cual tiene derecho.
Tampoco se puede olvidar que todo eso se hace por el Parlamento Europeo en nombre de la maltratada palabra democracia.
Para sus integrantes, no parece ser democracia el reiterado respaldo del pueblo cubano a su revolución mostrado, por ejemplo, en sus procesos electorales donde desde la base se postula y se elige, con una asistencia a las urnas jamás lograda por los gobiernos que representan.
Realmente, además de constituir apéndice de la más agresiva política internacional, el Parlamento Europeo no quiere reconocer, por conveniencia propia, una verdadera democracia como la existente en la Cuba que difama.
Fueron tan estrictas las instrucciones que apenas un puñado de parlamentarios, representativos del sentimiento real de sus pueblos, se opusieron a una resolución deformadora de la realidad y contentiva de un profundo cinismo, como la calificara el Parlamento cubano.
Hasta algunos que, pudorosamente, parecían sonrojarse ante la posibilidad de tener que firmarla, cedieron a última hora y estamparon su rúbrica en el documento de la infamia, tal fue la presión y sus objetivos políticos en juego.
Para ello, se ignoró a sabiendas la verdadera historia de la actual arremetida contra un gobierno con un expediente extraordinario en salvar vidas, no sólo garantizando la salud y el cuidado de los ciudadanos de su país, sino enviando a decenas de miles de sus profesionales a los rincones más recónditos del planeta, algo reconocido por organismos internacionales como la OPS y la OMS.
Los europeos que votaron en ese Parlamento de la Burguesía contra Cuba no sólo conocen esto, sino también la actitud humanitaria adoptada por las autoridades de la nación antillana en los casos de quienes determinaron usar la huelga de hambre como arma de presión y chantaje nunca aceptados por el pueblo cubano.
Pero, además, cargan sobre sus espaldas, pecados mucho más graves porque son cómplices de numerosas muertes, torturas y violaciones de los derechos humanos cometidas por quienes los mandan y nunca evitadas con una digna posición por parte de esos diputados europeos.
Un número aún desconocido de personas perdió sus vidas gracias al silencio de gobiernos y diputados ante los vuelos secretos que la CIA y otros organismos de inteligencia norteamericanos y europeos llevaron a cabo con escalas prácticamente públicas en distintas ciudades para trasladar a personas secuestradas, como publicaron medios de prensa de Estados Unidos y del Viejo Continente.
El mundo se horrorizó con las fotos y filmaciones hechas en los campos de concentración modernos Abu Ghraib, Bagram y Guantánamo donde se torturó, humilló y hasta asesino a verdaderos prisioneros políticos apresados en violación de las Constituciones y Convenciones de Derechos Humanos. Pero el Parlamento Europeo no intervino para evitarlo.
En la propia Guantánamo, territorio cubano ocupado ilegalmente por Estados Unidos, existe todavía una prisión terrible encargada de esos mismos menesteres y la cual un vacilante Presidente de Estados Unidos ni siquiera ha podido cerrar como prometió al mundo entero. Pero el Parlamento Europeo nada hace para resolverlo.
Los responsables directos de ordenar esas crueles torturas y muertes están plenamente identificados al igual que quienes autorizaron en cada nación europea los "Vuelos de la Muerte", pero por disposición de los gobiernos implicados no han sido castigados. El Parlamento Europeo nada hace para lograr una justa sanción en esos casos.
La Unión Europea, en su triste papel de apenas una seguidora de la política exterior norteamericana, recrudeció la injerencia en los asuntos internos de Cuba y como un apoyo al bloqueo de medio siglo establecido por Estados Unidos, decretó la llamada Posición Común para sumarse al chantaje.
Pero el Parlamento Europeo la apoya y se niega a aceptar el diálogo sin condiciones con la Isla.
Todas esas realidades demuestran la falta de moral de esa entidad, nada representativa de pueblos que rechazan tal fariseísmo y reconocen en el Estado caribeño a una verdadera víctima de todo tipo de agresiones sólo por decidir su propio sistema de gobierno a lo cual tiene derecho.
Tampoco se puede olvidar que todo eso se hace por el Parlamento Europeo en nombre de la maltratada palabra democracia.
Para sus integrantes, no parece ser democracia el reiterado respaldo del pueblo cubano a su revolución mostrado, por ejemplo, en sus procesos electorales donde desde la base se postula y se elige, con una asistencia a las urnas jamás lograda por los gobiernos que representan.
Realmente, además de constituir apéndice de la más agresiva política internacional, el Parlamento Europeo no quiere reconocer, por conveniencia propia, una verdadera democracia como la existente en la Cuba que difama.
tgj/jrr
Fuente Prensa Latina