Hermanos de Nuestra América y el mundo:
Es imposible que la comunidad internacional continúe cerrando los ojos ante abusos, violaciones, secuestros, exacciones, y asesinatos que bajo el auspicio y cohonestación del genocida Micheletti se vienen ejecutando contra el inerme pueblo de Honduras desde el 28 de junio del año pasado.
Son más de 100 las personas muertas, más de 100 los secuestrados-desaparecidos, más de 4,000 niños, mujeres y hombres víctimas de violaciones, torturas, atropellos y privación de sus más elementales derechos. La persecución de periodistas y el cierre violento de medios de comunicación independientes es uno de los métodos -ineficaces- con que el gobierno de facto pretende ocultar las montañas de cadáveres y los miles de desalojados de sus tierras ancestrales. Al respecto la denuncia del Comité de Familiares de Desaparecidos de Honduras, COFADEH:
"Denuncia ante la comunidad nacional e internacional que los hombres, mujeres, y niños detenidos en las instalaciones del Decimo Quinto Batallón de Infantería están siendo víctimas de TORTURA por parte de los militares y policías en contravención de la Convención de Ginebra que prohíbe absolutamente el uso de tortura contra la población civil.
Entre 20 y 30 hombres, mujeres, y niños detenidos en el Decimo Quinto Batallón de Infantería están siendo víctimas de golpes, palizas, toletazos, intoxicación lacrimógena, y exposición a los elementos, hambre, sed, y frío como herramientas de tortura por parte del régimen golpista..."
La civilización mundial habrá de rebelarse conjuntamente contra la existencia de este verdadero campo de la muerte donde además se invade y roba las tierras de campesinos de decenas de comunidades -bajo el amparo y cobertura de ejército, policía y mercenarios- que aprovechando el caos admistrativo, a consecuencia del asalto contra la democracia se viene perpetrando en la pequeña pero digna y orgullosa república centro americana.
El Frente Nacional de Resistencia Popular, unión que agrupa a más de 4 millones de hondureños clama a la comunidad internacional que reaccione contra estos crímenes que afectan profundamente a una sociedad que durante decenios ha sufrido una pertináz e inclemente acción represiva contra sus justas aspiraciones de libertad, justicia y desarrollo.
Tras un paréntesis de paz y esperanza en un futuro justo, abierto por el gobierno democrático y constitucional del presidente Zelaya, nuevamente las fuerzas de la oligarquía y los intereses geopolíticos del imperio han vuelto a atacar.
Ante esto, no es el "dejar hacer, dejar pasar" la respuesta que Nuestra América y el mundo esperan de la OEA y la ONU. Los pueblos reclaman a sus organismos una decidida acción que salve vidas e impida la barbarie. El mutismo es complice; una complicidad en la que está severamente involucrada la administración del presidente Obama.
El pueblo de Honduras no puede esperar más, urge una respuesta decidida de las instituciones que tienen su razón de ser en el imperativo moral de aquella civilización que pregona justicia y respeto a los derechos humanos. Justicia y respeto a los derechos humanos no pueden ser meras entelequias, simples palabras en los periódicos discursos de los funcionarios internacionales o los paisanos demagogos.
No rogamos piedad, exigimos acción. La historia reclama actos conjuntos de los gobiernos para detener este baño de sangre, alevoso, inútil, criminal contra un pueblo que resiste inerme; un pueblo que -sin salida, y arrinconado contra la muerte- puede buscar una sobrevivencia desesperada a través de formas extremas que se traducirían en más muerte y destrucción. No se necesita ser un experto ni un zahorí para prever que si no se toman medidas urgentes se tendrá una insurrección armada, cuyas consecuencias sí son imprevisibles, con Palmerolo, o sin Palmerolo, igual da; quien no tiene nada que perder, escogerá siempre el camino más digno.
En las manos de los gobiernos e instituciones que nos representan está el impedir que tengamos que ser testigos o partícipes en una guerra que nadie quiere. Cumplan con su sagrado deber, como se lo exige la justicia y la razón.
Igor Calvo.